20 de octubre de 2009

::: Hasta que la muerte nos separe:::


Creo que entonces tendrás que juntar muchas flores, pues tal como ahora veo las cosas estoy más que muerta, de hecho es posible que hasta tú lo estés; sino cómo explicas que ya no estemos cerca.
Incluso muerta como estoy, puedo entenderte, las cosas han cambiado y lo que ayer eran promesas de oro hoy no son más que sílabas en el viento. Mas no creas que por estar muerta me he librado de la culpa, sé que soy tan responsable como tú, de que las cosas estén así.
Quizás por eso no me sorprendió que no lloraras en mi funeral, que tuvieras una clara expresión de duda, como preguntándote qué salió mal… La verdad no lo sé, y aun si lo supiera no podría decírtelo, muerta así como estoy. Pues ahora que veo lo lejos que me encuentro de ti, y lo poco que hice (hicimos) para evitarlo, sabiendo que siempre tuve a mano la oportunidad de correr a tu lado y siempre tuve la más sincera disposición de recibirte a mi lado.
Pero es tan tarde que la misma muerte nos ha vencido, y lo más triste es que ni pelea le dimos, pues siempre es más cómodo decir “mañana…”; uno que ya vimos nunca llega a alcanzarnos, dejando nuestros deseos suspendidos en el tiempo detenido.

2 de octubre de 2009

• Rostros •


En la oscura penumbra de la vida discotinua se proyecta la eterna carencia, la falta de la esencia... hoy no poseo eso que todos trasmiten, me falta lo que individua. Mas no siento la falta de identidad. Por ello es que hoy sin más declaro que ya no creo en los rostros; los ángeles no los ostentan y perduran en la eternidad. Hoy no creo y en verdad ya no te necesito, es más renuncio a usarte y mostrarte por el resto de la eternidad.

16 de julio de 2009

:::El Pricipe de la Soledad:::


Siempre anhelé lo profano, por largos años de mi vida me inventé más de mil mundos en los cuales pudiera habitar, en los que volase y donde mis alas pudiera reflejar; me veía como victimario del mundo, caminando por sobre los tejados, rondando las noches sin luna, terminando con más de una vida mortal. Mas por sobre todas las cosas veía miles de ángeles con rostro de mármol, alados seres que me rondaban, con sus máscaras sin expresión, siempre vestidos de negro, y velando por mi protección. Todo allí eran batallas por la pugna de la luz, por el destino de la tierra libre, he incluso por el fin del dolor; todo esto en mis años de más angustia y terror, pues mientras más me desgastada más delgada mi alma (mi coraza) se tornaba.
Así tanto que mi lucha una paradoja se tornó, entre más fama de justicia adquiría, más necesitaba de un protector, ello claro en el silencio de mi espada y mi armadura de crisol. La vida del que ‘venga’ es un continuo sinsabor, un andar solitario entre muchos, un dormir sin descansar ni soñar nada, es ni más que una vida sin color.
De las heridas, el cansancio y sobre todo del temor surgió mi Fausto amado, tal como un rayo de sol, era la compilación perfecta y colectiva entre belleza y destrucción. Por mucho el ángel de la guardia (de la guarda tal vez no) y hoy mi entera devoción; era con mucho todo lo que siempre quise: un amante de eterna destrucción, un celeste con negro corazón, mas con corazón latiente y rebosante de emoción. Un alado tan flamante como yo, el único que pudiera entenderme con su divina comprensión; el único y (mí) final redentor.
Con todo, incluyendo mi exaltación algo faltaba a mi celeste, en su austera expresión, era un rostro humano, una mirada que le diera don, pues si mármol eterno, aunque hermoso, no develaba fulgor, era siempre ni más ni menos que la serena expresión de un amante protector. Y bien esto por mucho me contentó, no requería más, amaba su corazón, su presencia en derredor; sólo saberle en mi torno calmaba mi temor, sus alas gélidas cubrían mi corazón.
Sin embargo tal como sólo la cíclica vuelta de tiempo y sus lapsos, la historia se torció, y hoy en tu trono oscuro ya no brilla tu falta de expresión, hoy la eterna máscara de sereno se ha partido en dos, pues por culpa de su amor ha develado su boato, su verdadero ‘yo’.
Y he visto por fin hoy que siempre fuiste el ángel que yo no, eras tú, siempre tú a mí lado y tal vez sea hasta hoy que lo entendí; que sin tí ya no hay más vida, que sin tí no hay color. Perdida en tus ojos llenos de color fue que vi que no hay más destrucción pues es la muerte la nada, comparada con tu don.
Te veo humano e infinito en un sólo son, y entiendo que tal vez cuidarme nunca fue tu misión, era la prueba infinita de tu amor y devoción; sonrío de saber que te tengo, no por poseer, sino porque así hemos decidido, y ahora creo que incluso elegiste antes que yo; por tu condición eterna me habrás visto desde mucho antes que oscureciera el sol.
Amado de carbón hoy sé que te amo, y no por saber que eras aquel que hoy sé que eres, sino, porque con ello por fin se cumplió el sueño de por mucho tiempo: ‘ese que deseaba que fueras tú’, sin saberlo, sin esperarlo sólo resultó, que mi ángel sin rostro resultara ser mi amor.
No temamos mi hermoso alado de carbón, en tus manos hoy brilla de nuevo el sol, y juro por la luna eterna que ya no tengo temor hoy que he visto y que reconozco en tí el amor.

18 de junio de 2009

:::Quítame los Ojos:::


Quítame los ojos!
En verdad hoy lo que menos deseo es poder siquiera mirar los tuyos
Anhelo evadirme hasta el fin, hasta más allá de las sombras
Alzarme por sobre los rayos de esta tormenta eterna,
caótica, destructiva y maligna….
Esta que yo misma he causado; es mío el origen de todo cuanto ha caído
Mas al ocaso te dije que en mis manos todo ardía
Por mi causa la vida perdía toda cuota de ilusión.
No he querido hoy causar esta lluvia para tí,
Nunca quise derribarte de tu celestial vuelo eterno,
Nunca quise ser la causa de tu dolor, de tu muerte y de tu rencor
Por vez primera quise mirar el alba de frente, sin contar con que me quemaría la piel, arderían mis venas, por quererme redimir….
Mas es hoy que comprendo que es mejor callar
Nada que susurre cambiará la lluvia que hoy cubre tu derredor
Es más con ira deseo que esta agua suba tanto,
Que en algún punto me impida por completo el poder volar
Quiero morir aquí, ahogada por mis culpas
Asfixiada por mis penas
Y lacerada de dolor…
Con ello tal vez en el siguiente amanecer bosquejarás una sonrisa satisfecha
Al verte libre de marchar, volar y escapar
Huir de esta mancha oscura, opaca, nula de resplandor
Pues saber que en mí sólo habita una oscura iluminación
Con todo, no creas que tal declaración sea en sí un acto de victimización
No podría crear artificio peor, no, siquiera implorando mi propio porvenir
Lo único evidenciado en estas letras indelebles es la lectura de tu corazón,
Glorioso e incorruptible armazón; lejano de miramientos de destrucción
Pies tuvo en sus redes eterna demolición. Y me resguardó del fin, me cuidó
Tal vez es por ello que hoy las lágrimas se confunden con la tormenta carente de color. En el fondo me duele tanto o más que a ti…
Aun así, y mientras me entrampo en el lodo, no puedo ni articular…
No merezco decirte nada; sólo perecer aquí.
Pido con el alma ya no sentir,
Ni verte, ni sentirte, ni oír…
Tan sólo que le agua suba luego y me permita morir.

26 de abril de 2009

::: Suicidio :::


Todo comenzó o más bien terminó mientras estaba
tendida en mi cama, con los ojos fijos en el techo
de mi oscura habitación, no hacía falta luz, sabía
muy bien lo que había en el techo.
Estaba quieta, sumida en mis múltiples pensamientos,
aunque esta vez algo era distinto, era nuevo, ahora
no sentía nada, absolutamente nada, ni una emoción,
ni un sentimiento, nada. Estaba tan podrida por
dentro que todo mi sistema colapsó. Sólo miraba el
techo sin entender, tratando, pero sin lograrlo; entonces
de pronto una cuota de humanidad, un par de lágrimas
comenzaron a rodar por mis mejillas y el llanto
se desató tan fuerte que sucumbí al mismo instante,
sólo alcé los brazos, porque en verdad ya no quería
nada más de esta vida, me habían quitado todo,
incluso habían bailado sobre mis más profundas esperanzas.
Simplemente se habían ido dándome el golpe más
fuerte de toda mi existencia. Tenía tanta ira y tanto
dolor que ya no era capaz de sentirlos, se habían
apagado como todas las luces de la casa.
Y sé bien que había prometido no rendirme más,
pero fue tan sublime y tan tremendo, que no me dio
tiempo ni de respirar. Y me fue tan fácil volver a
mi oscuridad, que no pude resistir el impulso, y sé
que al hacerlo ingerí de golpe todo mi discurso de
“estoy bien” y todos los años que pasé convenciendo
a todos de que era feliz de que lo había superado.
Esta noche supe que todo era un montón de mentiras
que por mucho tiempo intenté creer. Así que sin más
juicio o razón decidí, de una vez por todas, terminar
lo que había empezado, por fin tendría valor de mandar
todo al carajo, de meter todos mis miedos, frustraciones
e inseguridades en una bolsa y mandarla lejos a volar,
junto con el listado de todos los que me fastidiaban.
Con esta oleada de pensamientos y claras disposiciones
decidí levantarme de la maldita cama y “hacer algo
por mi vida”. Lo primero fue ponerme de pie
y sentir nuevamente como todo mi cuerpo volvía a
funcionar, luego de la impía sensación de vitalidad
comencé a caminar por toda mi habitación, no
buscaba nada pero aun así la recorrí unas seis veces
hasta que de improviso me topé con el gran espejo
de mi armario, y no pude más que detenerme ante
él, ya que la llamada de auxilio que me gritaba
la mujer tras él me estremeció. Había olvidado
hacía cuanto que no me miraba en él, al inicio ni
siquiera me reconocí, esos ojos, esa devastación;
nunca creí que mis pensamientos pudieran reflejarse
tan perfectamente en mi apariencia, me veía tal
cual como me sentía y eso no era algo digno de ver.
Y la ira me consumió, ardí como una pira humana,
arremetiendo contra el espejo en una oleada de furia
sin control, más que otra cosa porque había distinguido
sus ojos tras los míos y eso me emputeció.
Mientras la lluvia de cristales me cubría sentí
que una calma sepulcral se apoderaba de mí, este
hecho confirmaba con mayor rigor mi decisión, todo
se iba a terminar hoy. Con los brazos y piernas
rotas y la cara ensangrentada, me sentí como
un ángel recién caído del cielo, casi vi mis alas
de carbón; sentía la oscura necesidad de recuperar
la paz, a cualquier precio, es que llevaba tanto
sintiéndome mal que simplemente ya no quería
aguantarlo más, necesitaba sentir otra vez, aunque
fuera la última vez.
Hipnotizada por la sangre de mis heridas salí de
mi habitación en busca de algo que aplacara el dolor;
me pasee por la cocina en busca de mi colección de
cuchillos, mas luego lo medité, pues deseaba dejar “un
cuerpo joven y hermoso”. Seguí hacia el baño en busca
de mi bien amado botiquín (bendiciendo haberle hecho
caso por vez primera ami padre, al comprarlo), al
llegar al baño me topé con más espejos, y aunque
traté de no prestar atención terminé nuevamente ante ellos,
aunque ahora la imagen me agradaba un poco más. Veía
un ángel surgiendo de la oscuridad, aunque en el fondo
eso era una locura, iba derecho al infierno; tales
pensamientos me hicieron sonreír.
Abrí el botiquín y tomé todo lo que pude, todo lo
que este me ofreció. Por momentos sólo veía oleadas
de pastillas multicolores entrar a mi boca, en menos
de un minuto había arrasado con todo. Los efectos
me golpearon enseguida, tuve que luchar con mis
ganas de vomitar y con los peores mareos que he
sentido.
De pronto algo se alzó en mi mente, “¿dónde iba
A terminar?”, muchos lugares pasaron por mi mente,
pero al final el mejor: mi cama, donde la idea había
nacido. Así medio aturdida y desesperada corrí por
toda la casa hasta mi habitación; no quería que me
encontrara en otro lugar; si bien me caí muchas
veces llegué a mi cama y me tendí, todo me daba
vueltas, ya no sabía si veía en verdad, sólo estaba
esperando la ansiada paz; lo que no sabía era que
antes de alcanzarla sufriría los espasmos más violentos
y dolorosos del mundo. En fin durarían sólo un momento,
y así fue, sentí como se abrían mis alas, mi mente
se aclaraba y el dolor se iba. Entonces cerré lo ojos.

10 de abril de 2009

:::Condenados:::

Angel de la divina condena
hoy has caido junto a mì.
Te permitiste llegar al suelo,
rezando por mi eterno porvenir.
En la tierra inerte hoy te vi morir,
perder la gracia suprema, esperando resistir.
He sentido tu dolor, tu perdida de honor.
Mas lo que lacera mis venas es saber
del martirio por mì causado.
Dulce condenado mìo,
perdimos hoy las cuencas
en un rìo rojo sin fin.
Mas no nos dejamos, es màs,
nos laceramos, para aunque
lejos nos podamos sentir.
Porque del alma màs oscura
se ha elevado un don;
el amor nos ha vencido,
resurguimos del dolor.
y veo los cuerpos marchitos
de eternos amantes condenados,
desquiciados, disfrutando su sufrir.
Pues la purga ha venido con forma de color,
ha matado los cuerpos dejando el alma en derredor.
Hoy somos malditos por este don.
Mas no temo, aunque siento el filo del dolor.
Sè que no he muerto sola,
hoy padezco con tu amor.
Y si no he de poseer alas
algo màs puro me llevarà al sol.

(La eterna condena de tu alado calor).

19 de febrero de 2009

:::OMNIAUSENTE:::


Destellos brumosos de la madrugada,
espirales de lúcidas distorciones
de una mente dormida, aturdida,
cansada de reflejar el sol.
Oscura iluminación de la plena sensación
del infinito caer.
Mi alma es ahora como la lluvia
del crudo invierno. Se precipita
contra el piso; golpeándola todo (el mundo).
Atada al peso de los huesos
no concreto ninguna racción,
hasta tornar a mi lecho
y verme, plácidamente dormir.
Descocido el sello, la cadena no resistirá.
Se alarga y acorta, enrroscando
la materia viva sobre si.
Me tiene, mas yo soy quien la poseo...
Sobrecojida la desprecio, distraida
en el fulgor de las frías luces
de las estrellas cercanas al sol.
Y al recorrer la hélice de la vida
mecida por el aire del pasado,
de pronto un susurro suave
me pronuncia con estupor.
Pero la oleada ha sido mucha,
no tiene caso volver (no quiero).
Vale más el momento de breve eternidad
que la larga mortalidad de mis dolores.
Los destellos me nutren hasta el fin.
Esta madrugada se ha llevado
algo más que la oscuridad.

:::Del amor de los Muertos:::


Se han pigmentado los ojos eternos de oscura fortuna,
han brotado los abismos infames
de oscuros designios, pues la piel se ha tornado a la palidez de la noche, el ánima ha
vuelto desde las más oscuras sombras y la voz se ha alzado desde la cuna de los muertos.
La vida terminó por causa de Fausto, él tomo a la niña enferma, agonizante, y la tornó a
su oscuridad eterna, a su infinito deambular. Como promesa de eterna unión le dió la
fuerza de alzar sus huesos desde la tumba, de bailar con la brisa de la noche inerte,
le dió el don de ver el mundo morir, más que su alma le entregó su vida eterna.
Del profundo amor que crece en un cementerio, que se cree inexistente se ha creado
la perfecta unión, el sacrificio honrroso y el gesto más verdadero que ha sentido un
corazón. De un par de vidas incompletas, de almas abandonadas, que aunque en distintos
planos, como nadie se han podido complementar; ha crecido algo más grande que eso que
llaman amor.
De esa niña que cada noche acudía a llorar a sus padres desconsolada a un cementerio
desierto, implorando morir, causándose dolor, no queda más que una tumba vacía y fría,
y los recuerdos de una vida muy mal vivida, llena de oscuridad y soledad infinita; y del
caminante de luna, maldito y eternamente único, sólo queda la sombra semioculta en sus
ojos fieros, de un último día de luz y una eternidad solitaria.
Porque la única noche de luna de aquel largo invierno surgío de su maldición Fausto omnipresente,
se presentó a una niña, ya casi mujer, desvariada en sus cabilaciones, que sin quererlo enunciaba
lo que posiblemente sería su últina exclamación en este mundo; en medio de su acto final paso
lo impensado, en el mismo intante en que se apuñalaría Fausto la sostuvo, y sorprendida de tal
presencia la niña sólo gritó, más el pánico duró sólo un instante, de inmediato algo en la mirada
de Fausto le hizo saber que no era alguien común; esos ojos celeste guardaban algo más antiguo
que el dolor, su mirada contenía mucho más tiempo del que su rostro dejaba ver. Y así mientas la
niña se perdía en la eterna misión de descubrir que había tras esos ojos, Fausto muy cauto,
pero muy decidido pronunció lo que a todas luces parecía una oferta, más bien un trato a pactar;
sabía de sobra las intenciones de la niña, muchas noches la había visto llorar, sabía como iba a
terminar, también sabía o sentía que podía algo remediar, con su don y más que nada con ese
extraño sentir que tenía por la niña desde hace un tiempo, porque casi sin quererlo comenzó
a hacerlo, aunque era algo nuevo para él, no se quiere cuando se ingora al mundo, mas a la niña
simplemente no pudo ignorarla, tampoco quiso hacerlo. Y mientras explicaba los términos a pactar
ella comenzó a sentir que todo tenía sentido, el dolor constante, la falta de claridad y sobre todo
el vacío y la oscura soledad; Fausto en verdad sabía lo que era estar mal. Sabía como estaba de
gastada su alma y también sabía de sus nulas ganas de vivir.
Tal vez por este teatral encuentro o simplemente porque debía pasar, ella no dudó ni por un instante
y aceptó el pacto; en el fondo, y de un modo indescriptible siempre le sintió cerca, e incluso de
inmediato lo amó; terminó con su vida mortal para abrir los ojos a la eterna pero dulce oscuridad
de una existencia con Fausto. Así fue como en un grito de dolor murió la niña, en los brazos de Fausto,
sin perder nunca de vista sus ojos, y despertó la que sería su infinita compañera.
Se despidieron entonces de los recuerdos de dolor, de las vidas pasadas, y se marcharon con la última
brisa de esa noche de invierno. Permitiendo por vez primera que reinara algo más que soledad en sus
vidas, le dieron espacio al amor.

17 de febrero de 2009

CATEDRAL.


Sobre la catedral en
esta noche oscura. Junto
a la cruz que la preside,
presido yo todo el mundo
aunque nadie me advierta
en la inmensidad del
cielo, los veo y huelo sus
sangres correr por el mundo.
Entonces mi propio
corazón me clama por la
oportunidad nueva de latir;
y lo contento, bajando
a ras de suelo, en esta
noche. Con el pelo suelto
camino entre muchos, que
laten, como antes lo hice yo.
Afilo el instinto muy
despacio, y frente a la
catedral vuelvo a latir.
Me persigno y elevo una
plegaria por mi presa que
acaba de morir.