
Destellos brumosos de la madrugada,
espirales de lúcidas distorciones
de una mente dormida, aturdida,
cansada de reflejar el sol.
Oscura iluminación de la plena sensación
del infinito caer.
Mi alma es ahora como la lluvia
del crudo invierno. Se precipita
contra el piso; golpeándola todo (el mundo).
Atada al peso de los huesos
no concreto ninguna racción,
hasta tornar a mi lecho
y verme, plácidamente dormir.
Descocido el sello, la cadena no resistirá.
Se alarga y acorta, enrroscando
la materia viva sobre si.
Me tiene, mas yo soy quien la poseo...
Sobrecojida la desprecio, distraida
en el fulgor de las frías luces
de las estrellas cercanas al sol.
Y al recorrer la hélice de la vida
mecida por el aire del pasado,
de pronto un susurro suave
me pronuncia con estupor.
Pero la oleada ha sido mucha,
no tiene caso volver (no quiero).
Vale más el momento de breve eternidad
que la larga mortalidad de mis dolores.
Los destellos me nutren hasta el fin.
Esta madrugada se ha llevado
algo más que la oscuridad.
espirales de lúcidas distorciones
de una mente dormida, aturdida,
cansada de reflejar el sol.
Oscura iluminación de la plena sensación
del infinito caer.
Mi alma es ahora como la lluvia
del crudo invierno. Se precipita
contra el piso; golpeándola todo (el mundo).
Atada al peso de los huesos
no concreto ninguna racción,
hasta tornar a mi lecho
y verme, plácidamente dormir.
Descocido el sello, la cadena no resistirá.
Se alarga y acorta, enrroscando
la materia viva sobre si.
Me tiene, mas yo soy quien la poseo...
Sobrecojida la desprecio, distraida
en el fulgor de las frías luces
de las estrellas cercanas al sol.
Y al recorrer la hélice de la vida
mecida por el aire del pasado,
de pronto un susurro suave
me pronuncia con estupor.
Pero la oleada ha sido mucha,
no tiene caso volver (no quiero).
Vale más el momento de breve eternidad
que la larga mortalidad de mis dolores.
Los destellos me nutren hasta el fin.
Esta madrugada se ha llevado
algo más que la oscuridad.

